"Dr. Jekyll and Mr. Hyde" o El Factor Alex DeLarge. Por Alejandro Cárdenas.

El presente ensayo tiene como finalidad poner en tela de análisis la película “La naranja mecánica” del director Stanley Kubrick.

La historia se desarrolla en una Londres distópica futurista de 1995. En ella, Alex DeLarge—un delincuente psicópata y carismático—conforma una banda de jóvenes descarriados que hacen y deshacen a diestra y siniestra bajo una filosofía de ultra violencia; el propósito: darle rienda suelta a las ideas descabelladas y anárquicas de su líder, Alex, quien se inspira en sonetos y sinfonías de Beethoven para llevarlas a cabo. En sus fechorías, Alex es abandonado a su suerte al asaltar y asesinar a una señora perteneciente a la clase pudiente londinense. Luego de este crimen, es aprehendido y condenado a pasar 14 años en prisión. Cuando el Ministro del Interior británico hace una visita sorpresa en busca de voluntarios para el experimento Ludovico—método experimental para rehabilitar asesinos y psicópatas y reinsertarlos en la sociedad—Alex se ofrece, por lo que es trasladado con prontitud a las instalaciones donde se llevan a cabo las pruebas del mismo. Allí, el protagonista es sometido a ver escenas de violencia extrema mientras es sujetado por una camisa de fuerza, sus párpados abiertos a la fuerza y bajo efectos de diversas drogas con las cuales los científicos quieren generar aversión y repulsión. Al final del experimento, el ministro convoca a una reunión con diferentes entes estatales para comprobar los progresos; ambos son ovacionados por el público asistente al ver los resultados tangibles: Alex rechaza con repulsión cualquier acto relacionado con la violencia y el sexo—convulsionando como resultado del acondicionamiento por el experimento, mostrándose completamente indefenso—a la par de predisponerlo a la música de Beethoven, que en un principio era el catalizador para disparar sus actos irracionales de ultra violencia. Al evidenciar su supuesta rehabilitación, Alex es liberado, sólo para darse cuenta que no puede regresar a su vida anterior, impidiéndole su propia rehabilitación adaptarse al mundo ultra violento en el que se desenvolvía y al que estaba perfectamente adaptado. Al final y luego de muchos desafortunados encuentros con sus víctimas y compañeros, Alex sobrevive y el escándalo por el resultado casi fatídico del experimento Ludovico sale a la luz pública, por lo que el ministro decide darle los mejores cuidados médicos, no sin antes revertir y eliminar cualquier secuela desagradable física y mental del experimento. Alex regresa al estado psicopatológico que tanto lo caracterizaba, incentivado por el propio ministro a apoyarlo en las campañas electorales que se aproximaban.

Basta con detenerse aquí y leer o ver la película personalmente para entender algo que resulta predominante en la historia: La contradicción humana. Por siglos, las sociedades humanas se han erigido sobre todo aquello a lo que llamamos principios individuales—amor, respeto, honestidad, por ejemplo—y colectivos—obediencia a las leyes, altruismo, dedicación, responsabilidad—. En mayor o menor grado de diferencia, parten de una célula social vital como lo es la familia que, estando presente en sociedades cultural e históricamente diferentes como la venezolana y la árabe, tiene como función implícita desde el punto de vista individual y explícita desde el colectivo, social, político y religioso la de engendrar y formar a sus miembros en un ambiente propicio para la participación, inclusión y aporte a la sociedad en un futuro próximo. Pero, ¿quién o quiénes crean las condiciones para generar ese ambiente propicio? ¿Bajo cuáles fundamentos racionales, religiosos, políticos y sociales? ¿Es el tiempo un factor preponderante y formador?

Cleveland, Estados Unidos, 10 de octubre de 2007. Un estudiante de 14 años vestido de negro dispara a mansalva a cuatro estudiantes de su escuela antes de suicidarse. Un compañero de la Escuela Alternativa Success Tech Academy dijo que el occiso había sido suspendido dos días antes por una pelea con otros estudiantes y que había amenazado de muerte a muchos de sus compañeros y profesores una semana antes. Amenazaba asimismo con “volar la escuela con un artefacto explosivo y apuñalearlos a todos”. Esta noticia aparece reseñada en la página web de la NBC del día en cuestión.

Bagdad, Irak, 6 de marzo de 2010. Un carro bomba explota en las inmediaciones de un santuario shiíta, matando a tres e hiriendo a varios en la ciudad santa de Najaf, dijo el Ministro de Interior. Al menos 17 iraquíes y 37 iraníes resultan heridos en el ataque terrorista perpetrado al santuario que contiene la tumba de Ali, primo del profeta Mahoma. La violencia se desató en los últimos días debido a las próximas votaciones en el Parlamento Iraquí a celebrarse el domingo 9 de marzo de este año. La noticia aparece en la página web de CNN.

Caracas, Venezuela, 19 de abril de 2010, “Edwin Valero, boxeador venezolano campeón mundial ligero y que en su pecho llevaba tatuada la imagen del presidente Hugo Chávez, se suicidó durante la madrugada del lunes en su celda tras ser detenido ayer por el presunto asesinato de su esposa, informó la policía. Valero, de 28 años, fue encontrado ahorcado en los calabozos de la policía del estado de Carabobo, donde permanecía detenido desde ayer, dijo el comisario Wilmer Flores Trosel, director del Cuerpo de Investigaciones Científicas, Penales y Criminalísticas (CICPC). La esposa del púgil, Jennifer Carolina Viera, fue encontrada muerta y con varias heridas de arma blanca la madrugada del domingo en una de las habitaciones del Hotel Intercontinental de la ciudad centro costera de Valencia, donde se había hospedado junto a Valero. La pareja dejó huérfanos a dos niños de 8 y 5 años.” Esta información aparece en la página web del diario Los Andes, periódico venezolano.

En el primer caso, ocurrido en uno de los países desarrollados más polémicos del mundo (sus ya conocidas políticas de estado están motivadas por un afán de poder y riqueza conocidos desde la Primera Guerra Mundial), sugiere un interesante tópico a discutir sobre la libertad ¿Qué es libertad en Estados Unidos? Un derecho individual inviolable e intransferible. Por supuesto aquí, allá y en cualquier parte del mundo esto es indiscutible, pero lo interesante es que la libertad ¿se aplica también al porte de armas por parte de los ciudadanos? Según la Segunda Enmienda de la Constitución Americana, todo americano tiene derecho a portar armas para su defensa individual dentro del hogar, al mismo tiempo que reafirme la constitucionalidad de todas aquellas leyes de largo alcance constitucional sobre el control de armas; esto es, tener los consabidos permisos de armas y demás papeles que hacen al dueño apto física y psicológicamente para portarlos. Con toda la sobriedad y rigidez de las leyes americanas en todos los aspectos, ¿Dónde queda entonces el caso del shooter adolescente, americano, de 14 años que, al parecer sólo Dios sabrá cómo, tomó un arma y la llevó hasta el centro de estudios, pasando por los conocidos puntos de seguridad de la institución y tuvo oportunidad de disparar a cuatro de sus compañeros antes de quitarse la vida? Recordemos que no es la primera vez que ocurre un tiroteo en una institución educativa, por lo que al llegar hay que pasar por todos los controles de seguridad y los aparatos de última tecnología para detectar armas de cualquier tipo que existen ahora en casi todas las instituciones educativas americanas que hacen pensar en un aeropuerto más que en un instituto. Se supo además que al menos una semana antes el joven había hecho amenazas públicas contra algunos profesores y compañeros ¿por qué entonces las autoridades estatales competentes no actuaron prontamente para evitar cualquier desastre? ¿Por qué para estos casos no hay la pronta acción ciudadana e institucional pero sí para sospechas de planes o células terroristas? Ahora, lo segundo radica en la edad del victimario ¿Hasta dónde llega la permisividad de las leyes americanas para permitir que un púber pueda llevar un arma de cualquier tipo y más aún de fuego a un lugar público? Tengamos en cuenta que las leyes americanas exigen que para ingerir licor se debe tener 21 años o más, pero sólo 18 años para cumplir el servicio militar obligatorio; es decir, ¿Para beber se necesita tener 21 años pero para matar 18 para estar dentro de la ley?

En el segundo caso, ocurrido en la turbulenta atmósfera del malentendido y temido fundamentalismo islámico, de los grupos extremistas, de las sociedades del medio oriente con sus propias reglas sagradas, formas de gobierno y cultura, este atentado terrorista se suma a los innumerables atentados que enarbolan como bandera el terror para diversos fines. Según el fundamentalismo islámico—concepto tan delicado por ser religioso y por pertenecer a una religión tan importante como la Cristiana—éste existe para revivir la gloria pasada del Islam, para regresar a sus orígenes, bajo el camino sagrado de Alá, llevando a cabo el Shania y el Jihad. Con el permiso de mis amigos y demás homólogos musulmanes, y siendo cristiano católico profundamente respetuoso del Islam, voy a aventurarme a explicar muy brevemente lo que mis investigaciones han dado como resultado. El Shania se entiende como el camino de Dios, Sus Normas; el jihad, como la lucha por mantenerse en ese camino sagrado señalado por Dios. Esta lucha puede ser de índole individual o colectiva, y puede ser pacífica o militar; esto va desde una lucha personal por no caer en tentación, pasando por una lucha colectiva para evitar lo anterior bajo el apoyo grupal, llegando al uso de la fuerza para expulsar todo aquello que no sea bueno a los ojos de Dios. Esto tal vez para nosotros resulte un tanto confuso, pero tiene su razón de ser: es la forma como el Islam se mueve, y claro está tiene sus diversas interpretaciones, por ello la existencia de los grupos extremistas como el grupo Hamas o Al-Qaeda. Del otro lado de la balanza quedan todos aquellos grupos que escondiéndose detrás del Islam persiguen ideas radicales y extremistas con diversos propósitos afectando nuestra percepción de los fieles seguidores musulmanes que rechazan abiertamente los atentados contra naciones y gente pero que muchas veces preferimos poner a un lado para horrorizarnos con eventos tan terribles como el 11 de septiembre. Sea para amilanar a cualquier enemigo—preferiblemente del oeste, principalmente Estados Unidos—y convencerlo de retroceder ante la gloria eterna de Alá y limpiar la tierra de todo mal, o sea con propósitos políticos para mantener el terror y cualquier intento de derrocar un gobierno autoritario como el de depuesto Saddam Hussein, la violencia ha estigmatizado esta hermosa cultura que, como las demás merece un estudio más profundo, respetuoso y bajo un enfoque humano para poder entender y separar el terrorismo y el extremismo que muchas veces se asocian con el Islam. Y ¿qué es la violencia en este punto? Un síntoma de una sociedad humana decadente que fue bendecida por Dios con el don de la comunicación y el entendimiento y ahora cae en lo más bajo y primitivo de su herencia.

En el tercer caso, un boxeador venezolano de fama mundial, con un futuro brillante pero con un historial de violencia que lo precede y amenazaba con truncarlo—lo que al final hizo—comete dos horrendos y deplorables actos contra su pareja y contra sí mismo, y todo esto ante los ojos (¿indulgentes?) de los organismos estatales que se encargan de hacer cumplir las leyes en nuestra sociedad. Se sabe que el boxeo por más violento que pueda resultar a algunos, es un deporte con reglas, pero no hay cláusulas especiales que prescriban o prohíban el uso de psicotrópicos durante la actividad, hecho abiertamente condenable en otros deportes como el béisbol. La información que se maneja es que el boxeador venezolano en cuestión era adicto a algunas sustancias estupefacientes. Esto, aunado a su temperamento explosivo, terminó por destruirlo a él y a una familia venezolana, dejando a dos infantes huérfanos. Todo esto, ¿Sería una crónica de una muerte anunciada, como la célebre novela del premio Nobel Gabriel García Márquez? Se sabía sobre esto último por muchas denuncias puestas por la propia esposa sobre el maltrato del esposo, los testimonios recogidos por ambas familias sobre su temperamento, pero ¿por qué nadie hizo nada? Hay un hecho curioso que tal vez ayude a resolver el enigma: el boxeador se había hecho tatuar el rostro del presidente Chávez en el pecho, e incluso había dado algunas ruedas de prensa diciendo que él lo había inspirado y que sus victorias iban dedicadas al primer mandatario y al pueblo venezolano ¿Será por esto que el gobierno decidió hacerse la vista gorda, para no bajar su popularidad ya bastante amedrentada por sus propias políticas? Y todo esto ¿A costa de qué? ¿De la vida de un brillante pero perturbado deportista que no obtuvo la ayuda que él no reconocía como necesaria y cuya responsabilidad es de las familias, de los organismos competentes y en última instancia de una sociedad más activa para evitar desastres como lo ocurrido?

Todos estos hechos analizados presentan un punto en común: en ellos predomina la violencia como respuesta a un medio ambiente social determinado. En principio, ésta es una manifestación primitiva e irracional que parte del instinto natural compartido por todas las especies animales como una manera efectiva de demarcar terreno o estatus. En el aspecto humano, la violencia ha “evolucionado” a la par de la concientización de una lógica y racionalidad propias del homo sapiens sapiens, alcanzando niveles nunca antes vistos, como el terrorismo, y quedar cada vez más ligada a otros instintos primitivos inicialmente favorecedores como la reproducción sexual. Para entender la violencia en su pura expresión en la actualidad, hay que analizar el background de los implicados; hay que entender un poco los orígenes socioculturales para poder establecer una razón, sea lógica o no. La violencia en ocasiones queda relacionada a factores sociales donde todo aquel que sea un mínimo diferente al resto queda en la mira: diferente en la forma de pensar, diferente en la percepción divina del Creador (que una parte influyente de la sociedad humana tenga en comparación con el resto), diferente en las costumbres: el hombre le teme a lo que desconoce y odia lo que teme, por lo que en ocasiones recurre a métodos violentos, segregacionistas e inquisidores aún en la actualidad para hacer desaparecer todo aquello que pueda “atentar” contra la tradición, lo políticamente correcto, lo convencionalmente aceptable. El rechazado, como el joven americano de 14 años; los extremistas islámicos; el boxeador egocéntrico y mentalmente perturbado; todos son productos de una forma u otra de nuestras propias sociedades. En esto, Alex comparte ciertos aspectos con sus contrapartes reales: las inclinaciones violentas, el afán por hacer daño, por imponerse social, religiosa o sexualmente sobre otros; la intolerancia a lo que vaya en contra de su “filosofía personal” y una fijación por elementos externos intrínsecamente relacionados con traumas de la infancia y deficiencias familiares (la obsesión por la música de Beethoven por la necesidad de tener un ídolo natural que recae en la figura paternal) lo hace rechazable por la misma sociedad que lo originó, y aún más, vulnerable a otros pocos que buscan proponer e imponer nuevos métodos de control de masas bajo las premisas de una sociedad protegida y protectora de nuestros valores y la reeducación y reinserción de los desadaptados: esperanza, soledad, desilusión, humor, perversiones; simplemente, un juego de poder.

A lo largo de lo historia, el hombre ha buscado nuevas maneras de controlar y conquistar a los suyos bajo diversos argumentos. Esta parte oscura de nuestra humanidad no se detendrá aquí, porque hay algo claro sobre el poder: corrompe; el hipnotizado bajo su trance despiadado, egoísta y adictivo querrá valerse de armas de doble filo como la violencia y el sexo para ejercer control y exceso de poder sobre los demás. En alguna parte del mundo, en este instante, hay un Alex que está asumiendo la gerencia de una nación, y sus obsesiones, locuras, fetiches, creencias y concepciones sobre el bien y el mal están pasando a formar parte del legado de un momento de la humanidad—nuestra Sociedad actual—sumida en sus egoísmos, miedos, rabias y narcisismos, repitiéndose así el episodio de hace siglos atrás conocido como el Oscurantismo. Aún bajo este horizonte apocalíptico, hay una idea que siempre prevalecerá por siglos, que ha sido demostrada por la misma Providencia en los libros sagrados y defendido por la pluma de muchos pensadores y por las armas de los valientes libertadores de todos los tiempos: no hay mal que por bien no venga. Tal vez un Alex como líder nos haga entender nuevamente nuestra esencia humana, abrirnos hacia la verdad universal y regresar a nuestro camino evolutivo.

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