Asedio en tres actos. Por Daniel Ortiz.


Acto 1

Un fenómeno poco frecuente pero necesario es la reflexión. Tan pronto como dos o más pueblos enemigos luchan a muerte por diversas razones, bien sea, territorio, recursos o domino en general, suelen reflexionar sobre sus pérdidas y ganancias. He aquí el problema. Que para lograr tan sublime acto deben pasar al menos dos cosas: Se debe estar completamente agotado, harto, y me atrevería a decir que con una sensación de intolerabilidad por la vida. Hasta cierto punto es así, el tedio. El otro requiere necesariamente del encuentro con el dolor en su máxima expresión. La fatiga por el paso de un día a otro mientras se soporta enfermedad, hambre o peste, incluso todo junto hasta llevar a un ambiente rodeado por la muerte. Ese fin que la mayoría de los seres humanos temen sin conocer. Todo se reduce a un laberinto sin salida, el sinónimo del mundo.

Acto 2

El catalogo de ataúdes no tiene nada nuevo hoy en día. Tantas muertes que ocurren a diario, tantos entierros y ningún progreso. En mi época se pensaba que en el 2010 probablemente encontraríamos el modo de vivir para siempre, en carne y hueso. Lamentablemente la religión ya nos somatizó a un estado análogo de complacencia definida por la inercia.

Nada cambia sin un gran alboroto. Tal vez se necesiten varias guerras, otros desastres naturales o algo por el estilo para que podamos algún día morir con estilo. Ahí tienes la revolución automovilística que dio paso a los carros tuneados. Música estridente para reventar los tímpanos de los que ni siquiera están a bordo. Pantallas para ver una película mientras se conduce a casa ya están a la venta. Todo trascendental. Y la muerte, nuestra más suprema compañera, allí olvidada. Los antiguos egipcios solían ser enterrados con sus riquezas. Un mundo más allá donde disfrutar de todo lo adquirido en el trascurso mortal. Simple tristeza por un futuro que jamás será, una melancolía sincera. Mientras yo me quedo con los diseños de unos ataúdes tuneados.

Acto 3

Soles lejanos se empapan con su eterno fulgor
Infierno radioactivo que llena mis pulmones
¿Cuántas plantas seducen sin dar un solo paso?
¿Cuántos ojos se tornan rojos en verano?

Son tus ideas extractos de un significado ulterior
La palabra empalagosa que mueve los corazones
¿Son tus deseos un puñado de metal oxidado?
¿Son tus latidos murmuros congelados?

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