Cerveza dulcemente envenenada, por Rafael Mijares.



Advertencia al lector: si es Usted sensible a ciertos contenidos, el siguiente texto
podría resultarle ofensivo. Considérese oportunamente advertido.


Comienzas a escuchar una triste tonada llena de melodías obscuras y armonías deprimentes. Intentas suicidarte una vez más, ya no quieres vivir, sólo quieres morir. Todo gira en tu mente sin sentido, sin ninguna emoción. Quieres desaparecer y que todo quede en el olvido. Ya ni la misma nada es suficiente para satisfacer tus deseos de inexistencia. Pero no puedes morir... Cómo quisieras dejar este mundo lleno de miradas falsas y sonrisas hipócritas. No tienes el bisturí ya que la farmacia estaba cerrada y no lo pudiste comprar. Querías cortarte el cuello, y desangrarte rápidamente. Nada de patéticas hojillas oxidadas en una bañera con espuma y sales minerales.


Las ganas de vomitar se han ido, las ganas de quemarte y mutilarte no están en tu mente. Ya no quieres controlar ninguna sensación de dolor en tu cuerpo lleno de cicatrices y quemaduras de tercer grado pero de repente encuentras un cuchillo nutritivo en filo y comienzas a hacerte pentagramas invertidos con adorables alas en tus piernas. Bajas lenta pero deliciosamente hasta tus pies y mutilas tus dedos. Te ríes, te diviertes.


Preparas una limonada con bastante azúcar, quieres aprovechar tu falsa diabetes para que puedan amputar tus piernas pero piensas rápidamente que ir al hospital sería un malgasto de energía así que vas al baño y te fumas un cigarro de chocolate. Disfruta tu efecto de drogadicción en tus bellos senos con pezones parados y uno perforado. Te excitas y una de tus manos baja hacia tus genitales pero la otra, aún con el cuchillo, la corta rápidamente. La sangre se derrama rápidamente como aquellas lágrimas que salieron de tus ojos azules el día en que tu padre se voló los sesos luego de haber apuñalado dulcemente a tu madre y a su miserable pero complaciente amante. Él, al igual que tú, eran unos buenos para nada. Él no podía complacerla ni si quiera en lo más básico, no podía llenar su ser, no la hacía sentir viva, su rol como mujer se veía amenazado... Él sólo se concentraba en satisfacer su pene y acabar con un patética sensación de masculinidad y superioridad mientras ella sólo fingía los gritos, los gemidos, las palabras... Así que se buscó a otro y ella al fin pudo estar arriba, pudo volar, ver estrellas y elefantes púrpura con alas de murciélagos. Hasta ése día donde tú, tan joven e inocente y con tan sólo nueve años de edad pudo presenciar como el suicidio y el homicidio compartieron dulcemente cuatro paredes machadas de sangre y fluidos corporales. Pero no pudiste hacer nada, de costumbre ella siempre quiso un varón pero desgraciadamente no fue así. Si tan sólo te hubiera abortado en los primeros tres meses de gestación...


Recuerdas esos momentos... Cuando tú y tu padre se habían tomando todo el día para comprarle un hermoso regalo por su cumpleaños. Idiotas... Ella vil y descaradamente llamó al otro. Lo que nunca se imaginó que la muerte le daría una memorable sorpresa de parte de su primer amor.


Ahora defecas...


Ya nada importa nuevamente, ya nada sientes... Abres la ventana y percibes cómo la brisa acaricia lentamente tus labios pintados de rojo azulado.


Recuerdos que llegan a tu mente, como el del día en el que perdiste la virginidad sentada en un columpio gracias a que una bala atravesó tu útero. O cuando tu novio te dejó por otro ya que no lo satisfacías como él quería, los arneses rosados que te ponías no podían reemplazar a un falo de carne y falsos huesos.


Te preguntas: "¿Será que mi vida vale la pena?", pero sabes que obviamente la respuesta es no. Eres un ser tan vacío, tan inútil el cual ocupa un espacio innecesario en el mundo. Pero espera... ¿No será que es el mundo quien ocupa ese espacio? ¿Por qué tú y no los demás? ¿Para qué odiar si puedes matar con la ignorancia? ¿Por qué sentir estúpidas emociones en tu corazón cuando puedas usarlas para manipular a los demás? Cierras la ventana y te tomas una cerveza pero habías olvidado que esa era la que contenía el veneno para asesinar a tu novio de turno... Tonta... Ahora tu cadáver estará en descomposición hasta que algún vecino note un aroma extraño salir de puerta.

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