La primera canción que escuché de Therion fue Voyage Of Gurdjieff (The Fourth Way). Me produjo catarsis. Nunca había escuchado un uso del power metal de esa manera, operístico-coral. Fue impresionante descubrir que existía este tipo de música. Luego compré Lemuria, que fue publicado junto con Sirius B, en el 2004. Diciendo de paso que me sorprende que dos álbumes como estos, cargados de mitología, de arreglos vocales y corales tan atrayentes, y al mismo tiempo las armonías y tempo del metal en un equilibrio perfecto entre forma y contenido, hayan sido producidos y entregados simultáneamente. Habiéndolos escuchado ambos puedo decir que no encuentro nada en ellos que me desagrade. Aunque confieso que Lemuria me emociona más que Siruis B, quizá más por la diferencia de contenido que por el hecho de haber escuchado a aquel por completo primero.
El álbum inicia con estas guitarras rasgadas en Typhon. Un filtro modula las notas como haciéndolas pasar por un túnel. Abre una nítida voz de soprano cantando la primera línea, haciendo dúo con una voz masculina. Así hacen el planteamiento inicial y entonces brota esta voz gutural cantando –recitando, si es posible decirlo– el chorus. Es lo que yo llamo el núcleo dionisíaco de la canción. La simetría de la canción es perfecta, el solo de la primera guitarra es limpio, los golpes de la percusión son suficientes y esa voz en el chorus es más que incitante. Es el propio Tifón contando su historia. Las voces corales hacen pareja con esta voz gutural dionisíaca en una combinación perfecta de sosiego (las dos estrofas) y poder destructivo indetenible (el chorus), tan intoxicante que es dado cuatro veces a lo largo de la canción, sin que tenga motivos para quejarme por ello.
Uthark Runa. La batería indica la marcha. Las guitarras la siguen a los lados, como en una procesión, durante varios compases. El coro profundo y cargado hace la invocación. Entramos en una atmósfera ctónica pero sin embargo cargada de fuerza, de éxtasis, de regocijo en el poder de los dioses. Tal vez recuerden el aura de las Carmina Burana en el coro. En esta canción el chorus es más limpio y pausado. Como la invitación del y al iniciado. Segunda estrofa: segunda invocación. El chorus de nuevo para establecer la simetría de la canción. Luego se mentan los dioses. Voces graves envueltas en el vaho de los siglos. Una intervención modesta de la guitarra y percusión. La estrofa final te desgarra. Especialmente si entiendes lo que se está cantando. Percusión a contratempo. El metal grita en su forma pura.
Three Ships Of Berik - Part I: Calling To Arms And Fighting The Battle. Cambiamos de humor. Esto es una cabalgata ansiosa de guerra y de conquista. Violines y viento metales. Las guitarras eléctricas acompañan con mesura. Luego el coro operístico canta la primera estrofa, aura épica como debe ser. Berik, el Rey Gótico canta en voz gutural el llamado a la conquista. Es una voz fuerte pero parca. El entretejido de las guitarras es fantástico. Ligero y aéreo. Transmite la sensación de anticipación a la victoria. Luego viene el segundo llamado del Rey y aquí han hecho algo que me eriza la piel: mientras la voz gutural hace su parlamento, en un segundo plano la armada se deja escuchar alargando las últimas sílabas de sus líneas logrando un efecto de ola, de empuje. Es impresionante. La última estrofa del Rey y continúa la cabalgata musical de la armada gótica.
Three Ships Of Berik - Part II: Victory! ¡Venga, la victoria! Los viento metales cantan la celebración. Aquí la orquesta y el coro aumentan un poco su acento y las guitarras siguen acompañando al mismo nivel. El efecto es oxigenante. El final es alegre y fresco. Bravo.
Lemuria. La canción que da nombre al álbum. Guitarras acústicas de nostalgia y melancolía. Lemuria yace bajo el océano. La voz de la soprano no podría ser más bellamente soberbia. Luego hace entrada un coro de voces blancas. Eso no me lo esperaba. Me parece adecuado, para crear un vínculo emocional, dado el tema. La voz del chorus de la canción me desconcertó al principio. Es temblorosa la pronunciación, como afectada por un vibrato irregular e involuntario. Eso no me permitió al principio entender lo que decía. No se oye mal. Ahora pienso que la intención era simular una voz debajo del agua. El que canta la leyenda de Lemuria la canta desde las profundidades del océano. Claro, eso es: “Hear the call from below of an underwater world”: escucha el llamado desde la profundidad de un mundo bajo el agua. Con esta canción establecen una diferencia en el timbre y textura en la voz del chorus de la canción. Estrategia de embellecimiento formal que se repetirá a lo largo del álbum. Está perfectamente justificado, me parece. Además, ese temblor en la voz del cantante te hace fijarla más fácilmente en la memoria y quererla oír una y otra vez.
Quetzalcoatl. Esta canción le baja un poco el tono metal al álbum; pero sigue siendo metal sinfónico. En una forma brillante. No obstante, el coro es protagónico. Y esas voces juveniles en contraste con los tenores y bajos te transmiten la sensación de que estás escuchando más bien el Himno al Señor del Sol. “Sol volverá, en la costa vimos su luz / Quetzalcoatl / Oh Señor del Sol…” En 1:52 vuelve el coro infantil cantando la segunda estrofa y esta vez las voces se dejan oír con aquel filtro de distorsión que parecería macular la belleza de la canción, pero no lo hace. Es algo nuevo, mas me parece que le da detalles justificables a la canción. Por supuesto que las guitarras eléctricas no abandonan. No es mi canción preferida del álbum, pero está bien.
Continúa en el siguiente número.
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