Editorial Número 5.


La política nunca me ha interesado. Me refiero a ese juego psicológico y de estrategia que consiste en “vender un producto” y “convencer a la gente”. Nunca me ha interesado convencer a la gente de nada. Tengo mis propias ideas, y creo en ellas firmemente. Y también escucho con atención las ideas de los demás, aunque eso no signifique que deba darles la razón simplemente por haberlas escuchado. Sin embargo --y este es uno de los pocos “absolutos” que me permito decir--, nunca he estado interesado en “convencer” o en “vender” una idea o un producto. Ser político al más típico estilo proselitista latinoamericano, o vendedor, serían trabajos infernales para mí.


Ahora bien, la política como fenómeno social, y la gran política, la de las grandes masas de personas, de sociedades, de súperpotencias, y cómo interactúan entre sí, eso sí me ha interesado mucho. Es un estudio interesante, por ejemplo, la manera cómo la política nacional ha sufrido transformaciones durante los últimos años. Se va a decir que siempre estoy criticando, o que siempre tengo que decir una palabra negativa acerca de algo, a lo que responderé que esa es parte de la función de algunos ciudadanos en una sociedad. Debe haberlos. Me he decidido a romper el paradigma de que “lo negativo” tiene que ser escondido debajo de la alfombra. Los venezolanos llevamos décadas escondiendo el sucio debajo de la alfombra. Por una cuestión de idiosincrasia y de fisiología, nos interesa más reír, rumbear, bromear, ver el lado positivo. Pero si nadie se ocupa de “lo negativo”, siempre estará allí aguándonos la fiesta. Y por su puesto, esto también es parte de mi “política” de autocrítica de la sociedad para llegar a formas mejores, más oportunas.


Afortunadamente carezco de los compromisos y del yugo de los patronazgos políticos. En otras palabras: no solicito a ningún líder, partido político, jefe, gurú, maestro o comandante, permiso para expresar mi opinión. Lo que digo, lo digo con mi nombre, y sale de mi cerebro. Por esas razones, cuando comenzó este año académico, me decidí a escribir un artículo acerca de mi experiencia --negativa-- en el CEEIM. Sí, soy “Secretario de Actas y Correspondencias”. Dicho texto fue titulado “El fracaso de LINGO en el CEEIM”. Un fragmento dice lo siguiente:


“... en la asamblea de estudiantes de la semana pasada, los muchachos de LINGO se llenaron la boca con un bellísimo discurso acerca de que todos somos estudiantes eimistas, de que la administración de la UCV no nos toma en cuenta, de que todos somos la universidad, etc. La verdad es que esto es parte de la hipocresía de LINGO, que dice una cosa y no la pone en práctica. Hubiera sido muy bueno que LINGO incluyera en sus actividades y equipo a todos aquellos eimistas que tenían buenas ideas y buena voluntad, en lugar de eso dieron un lamentable ejemplo de separatismo y de exclusión. Me da risa que Jennifer Lugo hable de inclusión y de unión cuando ella misma ha hecho lo contrario durante todo el año, respecto a mí y respecto a muchos otros eimistas. ¿No se supone que deberían escucharnos, apoyarnos en nuestras buenas ideas?”


El resultado de publicar el texto en Internet fue impresionante. Inmediatamente recibí comentarios de las personas directamente implicadas en el asunto. En sus respuestas trataban de defenderse negando todo lo que yo afirmaba, y además, como buenos políticos (politiqueros, diría yo), buscaron todos los puntos débiles de mi texto para hacerlo quedar mal. Pero luego ocurrió algo significativo: Jeniffer Lugo confesó que el CEEIM sólo había tenido una reunión durante todo el año, que lo único que hicieron fue enviar cartas para tratar de solucionar los problemas de Trasbordo, y que ella misma no había tenido tiempo para dirigir el CEEIM porque estaba muy ocupada estudiando y haciendo servicio comunitario. Entonces, así se me da la razón en todo lo que afirmo: que el CEEIM no funcionó durante todo el año, que la gestión de LINGO en el CEEIM fue un fracaso. Eso sin mencionar el hecho de que otros estudiantes también afirman haber sido excluidos del CEEIM por parte de LINGO, por pertenecer a otra organización estudiantil. (Que el compañero Johann haya logrado penetrar no rebate el hecho de la exclusión, simplemente habla de su forma particular de insistir, características que no todos tenemos, ni tendríamos por qué tener.. ¿se imaginan que yo sea sí de insistente?) De manera que, incluso hasta el día de hoy, los muchachos de LINGO no han podido rebatir NINGUNA de mis afirmaciones. Al contrario, me han dado la razón. Ahora se postulan a otras funciones de representación estudiantil aún mayores. ¿Cómo lo harán, si están estudiando? Porque esa es la excusa. ¿Cómo pensaremos que son diferentes, si están haciendo algo parecido a lo que critican? Mmm... El asunto se va mostrando más sucio.


Han ocurrido otras cosas. Algunos compañeros eimistas dejaron de dirigirme la palabra, por haber sido sincero y franco, lo cual me parece una actitud infantil. Y además yo me pregunto: ¿qué tipo de persona se opone a la sinceridad y a la franqueza? Otros me han enviado mensajes con argumentos desubicados como que si yo tengo derecho a criticar a LINGO entonces dicho grupo también tiene derecho a criticar a los estudiantes (no es lo mismo), que si comer en el cafetín o en el comedor me ha dañado las neuronas o algo así (no tiene nada que ver con el asunto), o que por qué tengo que escribir con un vocabulario exuberante (me pregunto si la persona que me hizo ese comentario ha leído algo en su vida). Gracias por hacernos sentir que estamos de vuelta en el liceo. Es una lástima: esos cupos podrían servirle a tantos otros venezolanos que de verdad sí quieren aprovechar el privilegio, la oportunidad, de estudiar en una universidad como ésta.


Lo que diría ahora es que, como estudiante eimista, quiero una representación estudiantil que sepa respetar a los estudiantes. No queremos representantes estudiantiles o partidos estudiantiles que nos hablen de respeto, inclusión y compromiso, pero que se dediquen a pasar de salón en salón para desacreditar a otro estudiante ucevista, tal como el equipo de LINGO lo hizo durante su campaña electoral el pasado año. Si me dan media hora para hablar de mí mismo, y la utilizo para hablar mal de otra persona, mi público terminará pensando que no tengo nada bueno que decir de mí mismo. Las campañas electorales deberían utilizarse para exponer ideas y proyectos, no para dividir a la comunidad estudiantil.


El rendimiento académico de cualquier compañero es asunto suyo y de su consciencia, y es algo que no nos concierne. Es un acto de hipocresía que un representante estudiantil (sí, ya saben a quién me refieraux) me hable de respeto y de representación, y al mismo tiempo se dedique a hablar mal, de salón en salón, sobre otro ucevista. Sería un acto de hipocresía de nuestra parte, como eimistas, pedirle a la administración de la Universidad que nos trate como estudiantes de primera, si nuestros propios representantes estudiantiles (y por razones políticas, es decir, para ganar una elección) se dedican a tratar a sus representados como estudiantes de segunda. En ese sentido, nuestros partidos estudiantiles no han hecho más que reflejar la dinámica política social de nuestro país, y han reproducido o copiado los viejos defectos de los partidos políticos tradicionales. No obstante, sea LINGO o sea cualquier otro partido que exista o que vaya a existir, queremos una representación estudiantil que en verdad nos respete y nos represente a TODOS, porque todos somos ucevistas.


Queremos un equipo en nuestro CEEIM que considere el hecho de que el estudiantado de Idiomas Modernos es el más heterogéneo de nuestra Facultad. Somos muchos pequeños grupos, con muchas diferencias, y ¡eso no está mal! La diversidad de idiosincrasias, de modas, de inclinaciones políticas, religiosas, sexuales, etc., no está mal. LA DIVERSIDAD ES RIQUEZA. No queremos un partido estudiantil que se aproveche de esa diversidad para dividirnos con la finalidad de ganar elecciones. Eso ya lo hacen los lamentables partidos políticos nacionales. Sería muy bueno reflexionar sobre la diversidad, y sobre la inclusión que debe haber entre nosotros. Sólo así daremos el ejemplo a la administración de la Universidad y al país.


Ramón Morales Castel

Editor/Director de EL ARCHIFONEMA

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