En ocasión de
Bien, ¿por qué son los idiomas ríos? Es por algo muy común a ambos referentes, el caudal, el flujo que conllevan y arrastran. Un río arrastra agua y sedimentos desde los lugares más lejanos hasta su desembocadura, un idioma hace lo mismo. Cada idioma trae consigo una cultura, una herencia, una historia, una filosofía, un pensamiento, y junto con ello, cada idioma aporta innumerables conceptos, ideas y simbologías que son propias, pero a su vez, son compartidas con el mundo. Como el agua vital que un río lleva y que alimenta valles y bosques, los idiomas aportan todas estas cosas, las cuales alimentan nuestra mente y nuestra alma. ¡Si! Los idiomas son los ríos por los que fluye nuestra humanidad y por medio de los cuales se da el encuentro entre culturas que solo hallan integridad cuando se mergen una con la otra, como sólo mergen los grandes ríos. Los idiomas son ríos, que al unirse unos con otros, forman una unidad más grande, más compleja, llevan a las dichosas personas que sabemos más de un idioma al encuentro de una nueva realidad, más rica, más hermosa, solo por el hecho de ser más amplia como los ríos anchos y calmos, llenos de vida en su interior.
En esos ríos yo me hallo, de las corrientes del español son incontables las poesías y formas elegantes que aspiran a una belleza suprema, pero un ejemplo más destacable es que sin el español no podría concebir las profundas diferencias entre el ser y el estar. De las aguas rápidas del alemán aprendí que el género es una cuestión de percepción, y que lo neutro no es necesariamente en medio de lo masculino y lo femenino. De la sinuosidad del francés aprendí que el idioma es música, incluso cuando no se canta, y que las palabras encadenadas forman una composición musical, sin el francés no hubiese podido ver que todos cantamos y que cada idioma trae su canción. Un rió muy antiguo, el griego, me enseñó que el amor no es una sola cosa, y entre Eros, Fileos y Agapeos hay muchas formas de amar. Más en lo profundo de los idiomas, el sánscrito me enseñó que el conocimiento es conciencia y que la acción es decidir y que ninguno de estos existe sin el otro. Qué sería sin la palabra más santa del Árabe, muestra de algo profundo y olvidado de este hermoso idioma, Salam Malekum (que la paz sea con vosotros). Del idioma Apache, o mejor dicho Dane, entendí que nosotros, también podía significar todos. Y si bien es cierto que de estos idiomas solo domino dos, cada vez que avanzo en su descubrimiento me doy cuenta de cuánto necesito de su influjo.
Pero ¿qué hay de la famosa gente de los ríos? Habemos quienes vivimos en los ríos, que vivimos de los ríos y algunos afortunados se convierten en el río. Como el Canoero que con sus interpretaciones ofrece un seguro trayecto de ideas y de nuestras mentes que vuelan con ellas. También está la gente de los puentes, estructuras complejas hechas por medio de una ardua labor de traducción. Esos puentes jamás se caerán una vez erigidos. Y mis favoritos son los infantes que juegan y se sumergen en el río, que se sumergen a investigar lo más profundo de los idiomas, sólo por el amor de hacerlo, y siempre con una sonrisa. Una vez vi a una de estas niñas exploradoras, que sonreía al enseñarnos que en alemán el dativo es tiempo y lugar. No pude dejar de preguntarle, si amaba tanto así el idioma, su río. Para mi ella siempre será parte de ese río, eterna ninfa del alemán.
La gente del río nunca envejece, al morir se sumerge en las aguas con su legado de haber promovido la humanidad y que tantas ideas fluyesen de un lugar a otro, dejando vida en cada lugar, y luego llegar al mar, mar de personas, mar de humanidad. Quiero cerrar con una cita de Dulce María Loynaz de su poema Tiempo: “Quien pudiera como el río, ser fugitivo y eterno, partir, llegar, siempre y ser siempre el río fresco”.
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