Y disculpen si no saco la cuenta

Por Sergio Mercado

Los negros son flojos y ladrones pero tienen ritmo, las mujeres no saben manejar y son histéricas, los hombres son promiscuos y piensan sólo en sexo, los homosexuales tuvieron una infancia dolorosa y traumática, pero tienen un excelente sentido de la moda y la belleza, los europeos son poco aseados, los gallegos son simplemente brutos, los portugueses peludos, los judíos tacaños, los colombianos ladrones, los venezolanos flojos, bonchones e impuntuales, los chinos disfrutan del hacinamiento y son chinos todos los que tengan rasgos asiáticos, sin importar si vienen de China, Japón, Indonesia, etc.

Si nos pusiéramos a contar todos los estereotipos que tiene la humanidad con respecto a, bueno, la humanidad, no terminaríamos nunca. Al parecer, nos gusta etiquetar al otro, generalizarlo y agruparlo de cierta manera, la cual puede llegar a ser negativa o positiva, pero siempre está ahí. Incluso hay personas que disfrutan o se enorgullecen de pertenecer a un grupo, quizás para ocultar sus defectos o particularidades individuales, quizás simplemente para sentirse parte de algo.

El hecho es que estos estereotipos o generalizaciones son totalmente ridículos, sin contar que muchos de ellos son bastante degradantes. Es incluso peor cuando, por ejemplo, una mujer se queja de que digan que maneja mal por el solo hecho de ser mujer, y se defiende diciendo que los hombres tratan mal a las mujeres. Lo insólito de esto es que se defiende de la clasificación injusta emitiendo otra clasificación injusta. Porque si bien es cierto que hay gallegos brutos, negros ladrones, homosexuales con sentido de la moda, venezolanos impuntuales y mujeres que no saben manejar, también hay gallegos impuntuales, negros que no saben manejar, venezolanos con sentido de la moda, y todas las combinaciones que a usted se le ocurran.

Y es que si hay algo que es común a absolutamente todos los seres humanos son las diferencias. Así como no hay dos huellas digitales iguales, no hay dos personas iguales. Las pocas características que nos pueden diferenciar un poco son aquellas causadas por la biología y la cultura en donde crecimos, pero nunca llegará a ser ésta una razón para catalogar por la misma cara de la moneda ni siquiera a dos individuos.

Y es por eso que no entiendo a los que defienden su raza o cultura como si fuera perfecta. Le duela a quien le duela, no hay raza, religión, cultura, deporte, o preferencia sexual que se salve. Lo que sí hay son personas con características individuales y propias, características que no necesariamente se ajustan al estereotipo que la afecta. Así como existen tanto ladrones como personas dignas en China, hay blancos ladrones y blancos dignos, árabes ladrones y árabes dignos, mujeres que saben manejar y mujeres que no tienen ni idea, europeos olorosos y europeos limpios, etc. Agregue todas las características que se le puedan ocurrir, multiplique por la cantidad de razas, religiones y demás grupos humanos que le vengan a la cabeza, y tendrá usted el número de combinaciones posibles. Y discúlpenme si no saco yo la cuenta.

Así que la próxima vez que quiera generalizar sobre alguien e incluirlo en el mismo saco que a un montón de gente inocente (y alguna no tan inocente, no quiero generalizar), piense en el número infinito de diferencias que puede haber entre nada más dos personas. Y piense que otra de las características que se pueden encontrar en todos los grupos humanos, es que en todos ellos hay gente que estereotipa a los demás.