Por Ernest Cappa
-¿Casarme? De acuerdo; pero, ¡Ya va!, ¿Por donde?, ¿Iglesia?, ¡Ja! Mmm…, Está bien, me casaré contigo; pero, no ahora. ¿Qué tal dentro de unos años? No lo sé, ¿Qué tal, a finales del 2012? Así nos conocemos mejor; y sabemos en verdad si somos el uno para el otro, y no tomamos decisiones tan precipitadamente —le dije, asombrándome de lo persuasivo que podía llegar a ser; o, de lo ciego.
Me miró, me miró tratando de atravesar mi muralla de defensa, me miró y; bajó la mirada, palpó sus bolsillos del pantalón, adelante y atrás, giró su cabeza y se dirigió a la mesa, donde tomó lo que al parecer buscaba, un bolígrafo. Luego vino a mí con su mirada taladrante a pedirme una hoja en blanco, dudé mucho; esto no tenía buena pinta, pocas palabras, acciones seguras; no, definitivamente no era nada bueno; pero no podía dejar de actuar y le di la hoja.
La deje hacer sus anotaciones y la verdad cada minuto que pasaba; sí, minuto, estuvo allí por casi una hora, yo me alteraba más y no hallaba que hacer, comí esas amargas marquesas, vi esos aburridos programas comedia y me impaciento esa ruidosa música clásica. No sabía qué hacer para no interrumpirla; pero, como hombre al fin, me armé de valor, soberbia y dones actorales, puse cara de tonto, voz de estúpido y le pregunté apoyándome en la jamba de la puerta del estudio—. ¿Qué haces amor? —y me musitó algo, que sinceramente, creo que tuve que haber escuchado; pero parecía tan concentrada en su papel, que su boca solo servía para morderse el labio mientras agarraba la calculadora. Me acerqué, sigilosamente como lo hacían las leonas en Animal Planet, antes de asechar, para ver que hacia en su hoja; y, cuando estaba a punto de apreciar la obra que destruía mi tranquilidad y alteraba mis nervios; volteó la hoja, se paró y me miro con esos ojos enormes y con dotes de taladro; volteó, tomo la hoja y mi mano, me sentó en el sillón de la sala, se sentó al lado y puso el papel y el bolígrafo sobre la mesa y me preguntó—. ¿Volumen y amplitud o en muselina con escote retro? —me dijo con una sonrisa que apareció de la nada y ante tantas cosas no pude más que no entender nada, voltear mi cara, subir mi ceja y decir—. ¿Ah?
—Un día dura 24 horas, ¿Verdad mi osito?; pero,
—¿Es 10 de Agosto de 2009 cierto?... ¡Bien! Bueno osito, eso quiere decir que hemos perdido de vista 36.826,393 horas hasta el día de hoy, si se los agregamos a la falsa fecha en la cual vivimos hoy sería… 21 de octubre del 2012 ¡Tenemos sólo tres meses para casarnos mi osito!, ¿No te parece todo tan hermoso? —vi los números, sacando sus manos de la hoja sin que mamá número los regañara y les dijera que es malo sacar los brazos y más si es para apuntar a alguien y burlarse, los vi, vi la sonrisa en ella, y…—. ¿Puedo ir con camisa y corbata negra?
—¿Por qué todo de negro?
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